viernes, 8 de julio de 2011

El Gran Hermano se volvió mortal por culpa del cáncer

julio 8, 2011



 
Por: Jorge Lanata. El presidente venezolano reconoció el pasado jueves que fue intervenido por un tumor maligno. El impacto de la noticia en Caracas. El futuro del chavismo y de la oposición. Misterio y hermetismo desde La Habana.

El vice venezolano: ¿un vínculo entre el chavismo y los carapintadas argentinos?

Esta historia comienza el 10 de junio, el día en que Gran Hermano se tomó vacaciones. Desde entonces hasta hoy las Venezuelas se llenaron de humedad, incertidumbre y rumores: el hombre que durante doce años habló tres o cuatro veces a la semana por cadena nacional hizo silencio.

Lo de Venezuelas no es un error de imprenta: hay dos Caracas y dos países. Caracas, la ciudad de los embotellamientos (las colas, le dicen aquí), donde puede llenarse el tanque de nafta con cincuenta centavos de dólar, es dos ciudades con fronteras claras; el municipio de Libertador (el centro de la ciudad) es chavista, los otros cuatro (El Hatillo, Baruta, Chacao y Sucre) antichavistas. La línea que los divide no es imaginaria; en el centro el Caracas Hilton se llama ahora Caracas Alba, y las paredes están repletas de murales de realismo socialista: puños en alto, venceremos, Chávez con niños y ancianos, Chávez mirando al cielo, Bolívar y Chávez, rostros anónimos, tensos y morenos.

El otro lado es verde, hay residencias silenciosas y vigiladas, clubes de campo y urbanizaciones, mujeres blancas y atildadas (“con la natación insegura de una alumna del Sacre Coeur”, diría Paul Eluard), la mayor concentración de blackberrys por metro cuadrado de América Latina, las ventanas del auto cerradas y las trabas puestas. “En este país no hay empresarios –me dice un periodista–, hay millonarios”.

En el resto del país, el chavismo es mayoría: sólo Zulia, Miranda y Nueva Esparta son los estados manejados por la oposición. A tal punto esta ciudad es dos, que tiene dos intendencias: hubo un opositor que ganó las elecciones y hubo luego una reforma por decreto que creó una intendencia paralela, designada por el Ejecutivo, que relegó a la electa a ser un elemento decorativo, sin poder de decisión. Hay aquí dos dólares, y dos euros, aunque no se llaman así: el dólar oficial se llama en la calle “lechuga verde”, y el euro “lechuga europea” y el trámite para comprar lechuga es eterno y tortuoso.

“¿No entiendes que ellos no quieren que viajes?”, se dicen entre sí los venezolanos de clase media, que cuentan con 2.500 dolares al año para gastar en el exterior. Pero no todo es tan simple: deben llenar una carpeta cuyo detalle se explica en www.micupo.com según el “Manual de Normas y Procedimientos CADIVI”, que aclara que las normas “pueden variar en cualquier momento”.

La “Planilla de solicitud de autorización de adquisición de divisas para realizar pagos de consumo de bienes y servicios” debe llenarse sólo con tinta negra o azul, las páginas foliadas en el borde superior, la carpeta tamaño oficio color marrón con dos etiquetas y la pestaña con la solicitud, arriba, fotocopia de la cédula de identidad aumentada entre un 150 y 300%, fotocopia de los pasajes de ida y vuelta sacados con un mes de antelación, etiqueta lateral y bla, bla, bla, bla, bla, todo relatado en You Tube en varios instructivos por “Jairo Orosco, director de CADIVI, su servidor y amigo”.

El gobierno supone que de este modo se evita la fuga de divisas al exterior, en pequeñas remesas de 2.500 dólares anuales por ciudadano. En la diagonal de la escena, Antonini Wilson y los millonarios repentinos de PDVSA trasladan valijas con millones en vuelos privados.

En este país marcado por una realidad melliza, sin embargo, el silencio de Gran Hermano dejó en claro, por primera vez, una situación que no tiene dos: después de doce años de gobierno, Chávez no tiene plan B. Y tampoco la oposición lo tiene. El zumbido de los rumores que durante estos días de ausencia tapó el cielo dejaba trascender el espanto de un futuro posible: ¿qué pasará el día en que Chávez ya no esté? Mientras algunos se apresuraban a pedir la extremaunción y el gobierno se atrevía, por primera vez, a pronunciar la palabra “cáncer”, aunque fuera sólo para desmentirlo, el enigma frente a una sucesión paralizaba el corazón de todos. En estos veinte días de silencio Gran Hermano se volvió mortal.

La batalla del presidente. Chávez, qué novedad, es militar. Quiero decir: estructuralmente militar. Hasta sus peores detractores le reconocen una fuerte sensibilidad social:

—Si hay un tipo tirado en la calle, enfermo, Diosdado Cabello le pasa por encima con el auto. Pero Chávez se detiene a ver qué le pasa, charla con él, lo consuela, trata de ayudarlo –me dice un ex funcionario del gobierno.

Diosdado Cabello es uno de los emblemas de la corrupción venezolana: ex militar íntimo del líder, megamillonario repentino y hombre fuerte del chavismo hasta que terminó derribado por su propia sombra, el hombre que llegó a ocupar ocho cargos públicos a la vez (dos ministerios simultáneamente) se movió con tanta impunidad que cavó su fosa.Finalmente, Chávez le soltó la mano, aunque no del todo. Ahora vegeta en la legislatura con el cargo de diputado y ahorros para toda su descendencia.

El Ejército se alinea a Chávez inspirado por sus cuentas bancarias: nunca han hecho tantos negocios como en estos años, y Gran Hermano los ha dejado hacer. El sostén ideológico e incondicional del gobierno está dado por los civiles: Elías Jaua, el vicepresidente, es un sociólogo con pasado guerrillero y la desconfianza del Ejército si asumiera la sucesión, pues los militares no querrían en la presidencia a un enemigo que combatieron. Nicolás Maduro, el canciller, es un ex chofer de metro al que el chavismo le cambió la vida; es, claro, un incondicional del presidente, pero nadie imagina que pudiera reemplazarlo.

El espanto ante el vacío de poder dio lugar al nacimiento de la teoría del complot: ¿y si Super Chávez estaba allá, en La Habana, exagerando sobre su enfermedad y matándose de risa? ¿Y si todo esto era un truco para que el país advirtiera lo imprescindible de la presencia de Gran Hermano?

Fidel Castro ya había practicado ese truco alguna vez, para luego aparecer con teatralidad, cuando todos ya tenían el corazón en la boca. El silencio y la desinformación oficial no hacían más que echar leña a ese fuego:

—Batalla por su vida –dijo el canciller Maduro, lo que en cualquier sitio significa que estaba agonizando.

—No tiene cáncer –se animaron luego a aclarar voceros oficiales.

El miércoles una página web de la derecha española, www.periodistadigital.com, publicó con sospechosa discreción lo que, sin embargo, anunciaba como una exclusiva: Chávez ya llevaba cinco días de agonía, internado en la casa de Fidel. Atribuía la especie a otro portal “periodista latino”, basado en fuentes anónimas.

La noticia se esparció en Caracas como una mancha de aceite. Todos los intentos de confirmarlo fueron en vano. Pero a primera hora de la tarde, después del chaparrón de rigor, bajó en la pantalla de todos los blackberrys chavistas de Caracas un video de Chavez y Fidel con los diarios del día; Chavez y Fidel de eterno jogging y gorra de beisbolista, charlando amablemente como dos jubilados en Florida, Chávez más delgado, ambos de pie, en un jardín, luego en un cuarto, tres o cuatro minutos de oportunas imágenes sin audio. El mensaje era claro: Chávez estaba vivo, y bien.

Varios voceros del gobierno aseguraron que Chávez se recuperaba, que daba extensas instrucciones por teléfono y que no había nada que temer. Que en dos, o tres, o diez, o doce días estaría otra vez en Caracas. Pero la sensación de desgobierno que muchos presumieron estimulada por Chávez para reaparecer con teatralidad continuó a pesar del video: la cárcel de El Rodeo lleva varias semanas tomada por los reclusos, y deja en evidencia la supervivencia de un poder paralelo al poder, el hampa reina en las prisiones de Venezuela, donde el contraataque del Ejército dejó cuarenta muertos oficiales desmentidos por los propios presos, que calculan en 160 los decesos que la Policía ocultó calcinando los cuerpos.

En El Rodeo la vida depende de una tabla de precios: 100 dólares mensuales para seguir viviendo y 300 para no ser violado. Las últimas requisas localizaron veinte mil dólares en efectivo, más de cuarenta celulares y 18 kilos de diferentes drogas. El país tiene infraestructura para albergar 15.000 detenidos y más de cuarenta mil presos que se hacinan en las cárceles en las que la revolución bolivariana se declara ausente.

La Grieta. El Día del Periodista transcurrió en Caracas al borde de la grieta. Aquí se lo festeja el 27 de junio, aniversario de la salida del diario El Correo del Orinoco, que nació en ese día de 1818 por orden de Simón Bolívar. “El Correo del Orinoco y la Gaceta de Caracas protagonizaron la primera batalla mediática de la República: el boletín patriota privilegiaba la verdad, mientras que la publicación de los realistas deformaba las informaciones –reescribe ahora la historia, oportuno, el chavismo–. Bolívar dejó clara la línea editorial al enemigo y declaró la guerra entre ambos medios.”

Esa guerra todavía continúa. Chávez ha declarado a los medios de comunicación como los “peores enemigos de la humanidad”, pero no se ha privado de usarlos en su provecho, aunque con escasa suerte: el sistema público de televisión y radio apenas suma el cinco por ciento del share, por eso recurre habitualmente a la cadena nacional.

Los medios privados, con pocas excepciones, han respondido con propaganda a la propaganda, lo que terminó minando la credibilidad de ambos bandos.

—¿Cuántos funcionarios chavistas salieron hoy al aire en la programación?– le pregunto a uno de los responsables de Globovisión, uno de los emblemas televisivos del antichavismo, el único canal de noticias local.

—Ninguno –me dice.

El tono épico y de batalla final parece sobreactuado en ambos lados de la pantalla de las dos Venezuelas.

Desde el chavismo la separación entre Estado y gobierno ha desaparecido: el Poder Judicial se ha mimetizado con el líder y las leyes sobre la prensa son lo suficientemente ambiguas como para instalar el miedo y la autocensura, cualquiera puede estar comprendido por la acusación de estimular “el estado de zozobra” y ser condenado por ello.

Las dos Venezuelas gritan, y no se escuchan. Las dos tienen razón: los medios oficiales informan sobre los planes de viviendas, y los subsidios, y la instalación de centros de salud e infocentros de Internet, y los medios privados agitan la inflación (el cuarto año de 32%, la más alta de América Latina), la corrupción estructural, el clima de persecución y las expropiaciones dignas de una monarquía absoluta.

La fuerza omnipresente del gigante encontró su debilidad en el silencio: ya no se trataba de discutir si Chávez lleva relojes de veinte mil dólares o trajes europeos; no importaba verlo en la alfombra roja del Festival de Venecia, como un millonario petrolero, traicionando el deber de fidelidad con su propia máscara. Ahora era peor: comenzaron a preguntarse que hacer sin él.

El desenlace. El jueves por la mañana el personal oficial que ocupaba los hoteles de la isla Margarita se retiró de improviso y en silencio. Allí estaba prevista la reunión de los presidentes de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, en paralelo con los festejos del Bicentenario de la independencia de Venezuela: la frutilla sobre el helado de Chávez que comenzó a derretirse.

—Ordenes de la superioridad –dijeron los funcionarios en su exilio siencioso.

Los aviones de guerra que ensayaban para el desfile dejaron de zumbar en el cielo de Caracas.

Andrés Izarra, el ministro de Comunicación e Información, seguía en automático en su Twitter: “El comandante está mandando como un dínamo”, escribió.

Esa noche la verdad saltó encima de todos como un gato: el mismo Chávez se encargó de decirla por cadena nacional, en un mensaje de quince minutos, había sido operado “por segunda vez, de un tumor abceso en el que fueron descubiertas células cancerígenas”. Fuentes del gobierno señalaron que se trataría de un tumor de próstata.

Chávez, más delgado y con indisimulable tristeza en su rostro, intentó explicar su silencio diciendo que “no quería ni quiero que me acompañen por senderos que se hundan hacia abismo alguno”. “Nosotros seguiremos venciendo, por ahora y para siempre viviremos y venceremos. Por ahora y hasta el retorno”, concluyó. El gobierno, reunido de urgencia, comunicó que “se profundizarán las medidas revolucionarias del presidente”.

—Es una mentira. Chávez no tiene cáncer. No se por qué lo dijo, pero no es verdad –le dijo un militante a una agencia extranjera mientras terminaba una pintada en el centro de la ciudad.

—El cáncer tiene cura. Será cuestión de tratarlo –comentaron a este diario un grupo de empleadas del distrito Libertador.

—Si Chavez se va, Venezuela se deshace del cáncer –transmitieron mensajes anónimos por Twitter.

Las dos Venezuelas se asomaron a la grieta. Cerca del Bicentenario, en esta Caracas absorta y silenciosa resuenan las palabras del orador de la Revolución de Mayo, Juan José Castelli, víctima de un cáncer de lengua el 12 de octubre de 1812: “Si ves al futuro, dile que no venga”.

Vía: Prensa CNP Caracas

martes, 5 de julio de 2011

Una simple pregunta puede servir para elaborar un artículo y satisfacer
más de una curiosidad o duda


por Mariángel Paolini

Hace algunas semanas, una de mis lectoras me consultó si era recomendable o no reciclar el aceite. Como sé que esa duda ataca a más de uno, quise dedicar el espacio de hoy a ese tema.



Antes de comenzar con todo el dilema de reciclar o no, creo que vale la pena comentarles algunos datos de éste ingrediente tan cotidiano y muchas veces subestimado. Existen tres tipos de aceites:

Animal: como el de hígado de bacalao y el controversial aceite de foca.

Vegetal: como el de maíz o el de oliva.

Mineral: extraído del petróleo para fabricar ungüentos y lubricantes.


Sin embargo, en la cocina lo más frecuente es el uso del aceite vegetal, así que en lo sucesivo al referirme al “aceite” estaré estrictamente refiriéndome al de origen vegetal.

Las fuentes del aceite comestible son muy diversas, desde semillas como el ajonjolí, soya y maíz, hasta frutos como aceituna, nuez y colza. Luego existen mezclas de algunos de los anteriores para ampliar la gama de opciones disponibles en el mercado. Lo más importante de los aceites, sea cual sea su fuente, es que son realmente beneficiosos para nuestro organismo pues contienen un perfil de ácidos grasos insaturados esenciales para los procesos cotidianos de nuestro cuerpo. ¡Cada 100g de aceite aportan 900 Kcal aproximadamente!

Otro dato importante que quiero comentar es la diferencia entre aceite “virgen” y “refinado” pues suele ser una consulta bastante frecuente. Un aceite virgen es el obtenido al prensar en frío la fruta o la semilla (a no más de 27°C), por lo que las propiedades de aroma y sabor propias del fruto o la semilla se transfieren al aceite resultante. En contraste, el aceite refinado es el obtenido luego de someter al aceite virgen a procesos de neutralización, blanqueado y desodorizado para obtener un producto más limpio y químicamente más estable.

Un aceite “químicamente” estable es aquel que puede mantenerse más tiempo en el anaquel de un establecimiento o en la alacena de nuestra casa sin deteriorarse y perder su características claves de calidad. Por estas razones suele ser el favorito de la industria alimentaria.

El tema con el aceite, contrario a lo que he venido comentando en otras publicaciones, no es el deterioro a nivel microbiano. En este caso, el deterioro es básicamente fisico-químico, lo que le hace perder atributos de calidad y puede afectar el sabor y la apariencia de nuestras preparaciones.

Hay tres mecanismos de deterioro en un aceite:

1.- Termo-oxidación: Por efecto de temperatura y oxígeno.

2.- Oxidación: Por efecto del oxígeno.

3.- Hidrólisis: Por efecto del agua contenida en los alimentos.

Estos tres procesos suelen ocurrir simultáneamente durante la cocción, así que el deterioro de nuestro aceite comestible sucede casi desde que abrimos la botella. Esto nos da una idea de cuán delicado debe ser el trato que debemos brindarle.

Ahora bien, les voy a explicar brevemente lo que sucede durante la cocción para que cada uno vaya formando su propio criterio y comprendan que esto termina siendo un asunto de sentido común.

Cuando el aceite entra en contacto con el oxígeno –por ejemplo, al abrir la botella- comienzan los procesos de oxidación y formación de compuestos “no volátiles” que pueden ser absorbidos por los alimentos, siendo en muchos casos responsables de la pérdida de su valor nutricional. Luego, cuando el aceite se somete a altas temperaturas, el efecto del calor acelera los procesos de oxidación y se producen algunos compuestos “volátiles” deseados –que le confieren ese aroma característico al alimento- y otros indeseados –característicos del aroma a comida frita, o “fritanga”- Por último, cuando los alimentos son sometidos a altas temperaturas, comienzan a liberar el agua contenida y ésta se mezcla con el aceite de la cocción, dando paso a la formación de ácidos grasos de cadena corta que le confieren un sabor “rancio” al aceite usado.

Con todo esto, al preguntarme si recomiendo reciclar el aceite, mi respuesta es definitivamente NO. Sin embargo queda claro que por un tema de economía, reutilizar el aceite algunas veces puede ser un tema de “necesidad”. Para la próxima semana, compartiré con todos ustedes algunos consejos para que el reciclaje del aceite sea más amigable. Hasta la próxima, y si quieren enviarme alguna pregunta, no duden en hacerlo a @laqueenstars

Este artículo es tomado de http://inspirulina.com/ con propósitos educativos, sobre cómo escribir para atraer a los lectores

lunes, 4 de julio de 2011

CUANDO SE TRATA DE ESCRIBIR, ERES LO QUE LEES


El mejor consejo que puedo dar a alguien acerca del acto de escribir es: Lee mucho. Si lo piensas, toda escritura es una lectura. Al fin de cuentas, la escritura tiene por objeto la lectura. Escribo para leer lo que he escrito. ¿Y quién no lo hace? Y escribo porque quiero comunicarme con los demás, con los lectores. Por lo tanto, ser escritor significa ser lector desde todo punto de vista.

Conozco a muchos escritores. Cada uno de ellos lee tanto por el placer de leer como 'por trabajo'. Y la mayoría lee muchísimo. Como escritor, eres lo que lees. Aquello que incorporas como lector influye en lo que produces como escritor: la clase de cosas sobre las que escribes, la manera en que manejas el lenguaje, la forma en que cuentas historias, compones poemas, construyes obras dramáticas u organizas tus ensayos. No puedes evitarlo. Así son las personas. Y todos los artistas, todos los artesanos, aprenden a perfeccionarse estudiando las obras de los demás, especialmente las de aquellos a quienes admiran y consideran los mejores. Escribir es a la vez arte y artesanía. Por ello, lo que lees es tan importante como cuánto lees.

¿Qué otros efectos produce la lectura? Acabo de revisar el cuaderno de notas que llevaba mientras escribía mi novela The Toll Bridge. Creo que las lecturas que he anotado se dividen en cuatro categorías principales.

Lectura que me da ganas de escribir. Algunos autores, algunos libros me dan ganas de volcar palabras en el papel. Me estimulan, despiertan mi apetito, me impulsan a seguir adelante en tiempos tediosos y difíciles. Me proporcionan normas para evaluar mi producción.

Lectura que me informa sobre lo que necesito saber para escribir mis propios libros. Supongo que la mayoría de las personas lo llama 'investigación'. Para algunos episodios de The Toll Bridge necesitaba información acerca de temas tales como la fase en la vida de las mujeres que se denomina menopausia, los efectos y el abordaje terapéutico, y una condición psicológica particular llamada Estado de Fuga. Entonces me puse a leer libros de medicina. Necesitaba datos acerca de la historia y la arquitectura del puente donde transcurre el relato. Y me puse a leer un libro de historia local acerca del puente. Los juegos eróticos que se llevan a cabo en las fiestas de adolescentes, la ornitología y mitología del cuervo, la historia de Jano, el dios de la antigüedad, y mucha otra información la obtuve en los libros. Si quieres escribir algo, necesitas materia prima para tu trabajo. La lectura de libros (y, en la actualidad, de material en Internet) es la mayor fuente de suministro.

Lectura que me enseña a escribir o que perfecciona mi escritura. Siempre que leo, parte de mi mente está alerta para descubrir fragmentos que colaboren con mi propia escritura. Suelo comenzar a leer un capítulo de una novela y me descubro pensando: "Ésta es una buena manera de comenzar"; entonces la archivo para adaptarla más tarde a mi propia producción. Incluso suelo copiar el fragmento en el cuaderno que siempre acompaña a la novela que estoy escribiendo, a fin de no olvidarlo. Muchas veces, cuando me siento atascado y tengo dudas acerca de la manera de desarrollar una escena, recorro los estantes de la biblioteca donde se encuentran mis autores preferidos, los libros que admiro, a la búsqueda de una escena que me dé una pista o me proporcione un marco de referencia, un modelo que me permita avanzar. De ninguna manera 'copio' servilmente. Pero existe una verdad que no suele admitirse públicamente: toda escritura es un robo. Tomas de otros autores aquello que te ayuda y lo reciclas en algo propio.

Lectura que aleja mi mente de mi propia escritura. "Mientras escribía", afirmaba Ernest Hemingway, "necesitaba leer después de escribir... para no pensar en mi trabajo ni preocuparme hasta el momento en que lo retomara". Sé por experiencia lo que eso significa. Hay libros que me dan ganas de escribir y hay libros que me permiten tomar distancia de mi trabajo y me refrescan. Aquellos que me refrescan y renuevan mi energía difieren según el libro que esté escribiendo. Mientras escribía The Toll Bridge, El factor humano de Graham Greene me sirvió para recargar las pilas tanto como los libros de Paul Auster, Marguerite Duras, Margaret Mahy, Jan Mark, Kazuo Ishiguro, Cees Nooteboom, Jeanette Winterson y muchísimos más.

De todo lo anterior, se podría inferir que la lectura es para mí sólo un elemento que me ayuda en mi trabajo. Y de ninguna manera es así. En primer lugar soy lector y luego escritor. La lectura hace de mí quien soy. La escritura me transforma. Estaría perdido si no leyera, no sabría quién soy. Al leer lo que he escrito, descubro en qué me he transformado.

Dos sugerencias: Primera: Lleva un registro de lo que leas. Nada complicado, simplemente un cuaderno con una lista de la fecha en que hayas terminado de leer un libro, su título y autor. Leer es como viajar. Es importante saber dónde has estado porque, de lo contrario, es fácil olvidarse. Segunda: Aprende a leer lentamente y aprende a escuchar lo que estás leyendo como si se tratara de una lectura en voz alta. Toda lectura, toda escritura consiste en utilizar el lenguaje. Presta atención tanto a la manera en que se utiliza el lenguaje como cada uno de sus elementos: el sonido de su música, sus ritmos y tonadas, su cadencia, sus pausas, su síncopa y sus armonías, sus discordancias y polifonías, aquello que se dice y aquello que no se dice. Para lograrlo es necesario que leas con la suficiente lentitud como para escuchar el sonido de su música en tu cabeza. (Si te resulta difícil escucharlo dentro de tu cabeza, léelo en voz alta).

Si actúas de esta manera, alcanzarás el objetivo de toda lectura y toda escritura, que es el siguiente: disfrutarla tanto como para hacer de ella un motivo de goce permanente y vivir la vida en plenitud.

El texto pertenece a Aidan Chambers, escritor inglés, autor de literatura infantil y juvenil, uno de los grandes teóricos del arte narrativo de los cuentacuentos.

sábado, 2 de julio de 2011

La Vida de Carlos Monsiváis contada desde sus gatos
(clik en la imagen para leer la historia)